Un pescado fresco debe tener ojos claros y brillantes, no opacos. La piel debe estar húmeda, brillante y apretada, mientras que las branquias deben ser de un color rojo o rosa brillante. Al tacto, debe sentirse firme y volver a su forma original si lo presionas. Además, su olor debe ser suave, a mar, no a «pescado fuerte» o amoniaco.

El pescado fresco puede mantenerse en el refrigerador entre 1 y 2 días, dependiendo de su frescura inicial. Es recomendable guardarlo en un recipiente hermético o en hielo. Si no planeas consumirlo dentro de ese tiempo, lo mejor es congelarlo.

El pescado es una excelente fuente de proteínas de alta calidad, ácidos grasos omega-3, vitaminas D y B2 (riboflavina), y minerales como el calcio, fósforo, hierro, zinc y yodo. Consumirlo regularmente puede ayudar a la salud cardiovascular, mejorar la función cerebral, y reducir el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes y ciertos tipos de cáncer.

El pescado se cocina rápido, por lo que es importante no sobrecocinarlo. La regla general es cocinarlo por unos 10 minutos por cada centímetro de grosor. Usar métodos como al vapor, en papillote (envuelto en papel de aluminio o pergamino), a la plancha con un poco de aceite o en salsas también ayuda a retener la humedad. Puedes usar un termómetro de cocina para asegurarte de que el pescado llegue a una temperatura interna de 63°C (145°F) en su punto más grueso.